Tarde lluviosa. Mojado hasta las rodillas. Pero tenía un turno con Barbi y no podía perdérmelo, así que "el que quiera pescado que se moje el tuje". Llegué puntual a su depto. de la calle Florida, me atendió su asistente Victoria (de quien alguna vez hemos hablado en este foro) y me hizo pasar al gabinete de Barbi (camilla y cama doble, ¿es un futton?). Al ratito nomás, viene ella, con sus ojazos negros, su sonrisa y su dulzura. Después de acomodarme, empieza con los masajes, buenos, fuertes, con comentarios acotados según las ganas de charlar del paciente. Luego de un rato, comienzan los masajes más suaves por todo el cuerpo y aún más delicadamente empiezo a sentir por mi espalda las caricias de un par de pechos (chicos pero hermosos). Ahí nomás comenzó el postre, espectacular como siempre. Leí algunas experiencias que dicen que Barbi no llega a mayores. Es falso: lo que pasa es que hay que retribuirle con dulzura la dulzura que ella entrega, y se consigue lo más.
Conclusión: después de una hora maravillosa, salí de nuevo a la lluvia con una sonrisa de oreja a oreja.